lunes, 14 de febrero de 2011

Exaltando la Totalidad


Hace tiempo recorro el camino de la verdad, en un submundo lleno de fantasmas y dragones donde el andar esos pavimentos tan viejos me recuerdan a aquellos, mis ancestros, que recorrieron aquellos mismos adoquines polvorientos, en busca de una verdad, que maquillaron por el intenso horror sufrido al mirarse a sí mismos.

Ante mí se abren antiguas puertas donde se entremezclan las verdades humanas, sus entramados como árboles de ramas retorcidas, cual cabellos de mujer, se duplican, tanto en la tierra como en el cielo. Espejo incansable, me muestra la simbiosis de la que estoy hecha, y me alcanza el corazón donde las canciones de antaño resuenan en todo mi cuerpo como naturaleza viva; es la palabra sagrada, el Logos de la Hagia se confunde con la perla de mi boca que entona su dulce melodía. Melodía que refresca los corazones de los incansables, de aquellos de difícil montura, el rebelde que camina con la antorcha, mostrando el camino a aquellos que muestran su tesoro sin siquiera saberlo.

El tiempo se pasea con traje invisible ante los ojos de quien conoce su verdad, y su verdad no es otra que la inexistencia, y la eternidad del que observa se complace en mostrarle su ridículo ropaje que causa estupor al verlo pasar, y cómo lo arrasa todo a su paso.

La neurosis colectiva en la que vivimos se me hace carcajada ante las fábulas de mis ancestros, que nos llenaban de simbolismos, que creaban nuestra propia historia, y que dejaba al ser humano la oportunidad de la aspiración al centro, al centro de la espiral y del laberinto, que como Salomé impedida de la visión, la recuperaba ante la búsqueda del centro. El cetro con la esfera de luz inconmensurable la esperaba para poder redimir a todas aquellas criaturas mutiladas por el inexorable desconocimiento del sí mismo.

Es aquí donde como en los cuentos de hadas descubrimos esa cara oculta, indeseable que nos falta mirar sin la máscara y sin la persona, sólo entonces, se origina la totalidad, cuando no encerramos en la caja de pandora los desastres inducidos por una pesadilla creada por nosotros mismos, por negarnos a nosotros mismos, y por ende la oportunidad de descubrir nuestra potencialidad como individuos sin error y sin fragmentación.

Me resta hacer notar la magia de estos días, en los que se acerca el momento de una nueva oportunidad de exaltación por ese número que cierra el ciclo, y trascender lo obsoleto y muerto en memoria de los que antes recorrieron el camino. Creemos un mandala en el cual el individuo sea indiviso y no fragmentado, donde la reconciliación de las partes muestre el camino hacia la verdadera redención.

Se lo dedico a mi abuelo espiritual (no genético): Carl Gustav Jung y su legado, y por motivarme a buscar mi centro.

“Mi trabajo será continuado por aquellos que sufren.”
Frase atribuida a C. G. Jung

Copyright 2011 por Karmel


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